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Mostrando entradas de enero, 2011

Muchos pensamientos para una sola cosa

Este cuento va para mi hermano Javier.   Todas las mañanas son iguales: lindas, novedosas y especiales. Me levanto, abro la canilla y descubro que el agua todavía no volvió. Ya son dos semanas, el barrio, encima del calor, tiene un tufo a chivo y huevos terrible y yo no soy la excepción. Nuevamente no me afeito, no vaya a ser cosa que, por no ablandar mi piel con el calor del agua caliente, me corte como un pelotudo con la gillete.   Levanto la tapa del inodoro: un terrible olor a baño de estación amenaza con voltearme, así que cierro y me digo que ya orinaré en el trabajo.   Me pongo la camisa con menos arrugas y menos olor, sudo bajando los ocho pisos, y salgo al sol de las nueve de la mañana que a esta altura ya te recalienta la cabeza con treinta y cuatro grados. En el asfalto están los restos de las fogatas de basura que encendieron los vecinos por la noche protestando por la falta de luz. De agua, dos semanas; de luz, un día sí, cuatro no.   Camino hasta la parada del