Navidad de 1987 Era la Navidad de 1987; yo tenía 9 años, o un poco más. Ese año, dado que mi viejo tenía que laburar toda la noche, no fuimos a la casa de la abuela y nos quedamos a pasar la Nochebuena en el Parque. Para mí era un alivio porque al ser el más chico de la familia tener que visitar a la abuela era condenarme al aburrimiento. Mis primos tenían todos como veintipico de años, y el festejo se componía de una cena sobria, después abrir regalos, mirar por la ventana los fuegos artificiales y sacar un juego de mesa y sentarse toda la familia a tirar los dados. Yo quería tirar baterías y triangulitos, pero mi mamá no me dejaba y no había ningún chico que actuara de cómplice. En cambio, cuando nos quedábamos en casa, pasadas las doce de la noche yo corría con mis regalos a la casa de mis amigos, del Rulo o Guillermo, o venían ellos a buscarme y nos poníamos a jugar y luego, a escondidas para que los grandes no nos retasen, juntábamos toda la pirotecnia que Don Vicente