Ahora estoy en el bar de Carlos y hay un cartel grande, con la foto de un gatito pegada, que dice "Si fuma me mata, no me mate"; así que apago el cigarrillo que acabo de encender y pido dos cafés. Tamara fue al baño y yo te sigo esperando. Ya son más de las dos de la mañana, miro al frente, al edificio; todas las luces apagadas. La gente duerme y los únicos desvelados en el barrio, son los pocos borrachos habituales que se juntan acá y yo, que te sigo esperando.
Tamara se acerca a mi mesa; su vestido tiene tan poco ruedo que todos se dan vuelta para mirarle las piernas; yo disimulo.
- ¿Cómo estoy?
- Estás hermosa.
- ¿No se ven mis ojeras?
- Para nada. Bueno, un poquito. ¿No estás muy desabrigada?
El escote de Tamara es amplio y sus tetas son tan grandes que no caben en él, y el saquito blanco y el pañuelo que lleva al cuello tapan tan poco como abrigan.
- ¿Me estás mirando las tetas? -Se ríe. Luego me explica que perdió el abrigo antes de estar conmigo.
Mientras espero, sigo conversando con ella; me cuenta sobre su familia, de cómo su hermano consiguió un nuevo trabajo y ya no va a tener que trabajar en esa sucia cocina; y sobre su viejo, que es gasista y le encanta comer cordero; sobre la casita en Santa Teresita que tuvieron que vender para pagar el departamento. Yo le cuento sobre vos; le hablo mucho de vos, de cuando vivíamos juntos, de lo mal que me trataste, de lo mal que te traté; de lo que aprendí y de lo que no voy a cambiar jamás.
Luego, le cuento de los gatos.
- Al menos tiene que venir a buscar los gatos.
Pero los tres gatos ya son tan míos que no vas a venir por ellos.
Una hora después, resignado, me levanto. Acompaño a Tamara hasta la esquina, a tomar un taxi. El viento sopla y en sus piernas se le marcan los poros por la temperatura.
- Tenés piel de gallina.
- ¿Me estás mirando las piernas?
- Sí, un poco. -Pero miro sus piernas porque me recuerdan a las tuyas, o porque extraño las tuyas,y el olor que tenían en los días de invierno.
- Mirá que aún estamos a tiempo de pasar la noche...
- Prefiero así.
Llegamos a la esquina. El taxista pone grandes los ojos cuando ve a Tamara, no es para menos, y abre la puerta nervioso. Tamara me desea un rápido olvido, me da un beso y se va al próximo cliente.
Me gusto Cerdo, tiene un aire familiar que no alcanzo a comprender del todo. Me gusta la profundidad que alcanzan con pocas palabras en poco tiempo... Un beso grande
ResponderEliminarJajajaj..David que loco cuento te has aventado..algo sensualon jajaja..me dejas perpleja...saluditoss
ResponderEliminarme gustó :)
ResponderEliminarte zarpas David
David, amigo, del cuento me encantó el título, sugiere mucho más de lo que dice.
ResponderEliminarCariños!
Tamara nombre de Perra, no?
ResponderEliminarDe perra mansita.
ResponderEliminar"Hola.
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