El veintiuno de septiembre entré a un bar buscando un lugar tranquilo para escribir y hacer tiempo hasta que Andrea saliera del trabajo. Andy había vuelto a mi lado después de cien poemas tristes y oscuros que hablaban de amores poco insensatos y del suicidio y del asesinato como solución para las mujeres que se alejan. Andrea había vuelto diciendo "Marilina, te extrañé. Y no quiero extrañarte más y quiero que me ames mucho, como yo te amo. Perdoname". El bar elegido no resultó ser el lugar tranquilo que yo necesitaba para mi poema celebratorio por el amor recobrado, aunque tuve que quedarme en él porque no había otro en la zona que tuviese un precio de café que yo pudiera pagar. Es que soy una poetisa pobre. El caso es que el lugar era tan tan barato y tenía un menú con precios tan módicos que estaba lleno de gente, especialmente jóvenes aprovechando y celebrando la primer noche de primavera al ritmo de sus brazos subiendo y bajando m...