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El nuevo ralentizador

Cada noche me robo horas de sueño y experimento. Durante el día tengo que trabajar en el laboratorio en estupideces como cultivar hongos para ver si la empresa encuentra la cura para el hipo o bañar cerdos para ver como reaccionan a los nuevos jabones. Aunque tampoco la paso tan mal. Hay veces en las que me toca llevar algún papel al cuarto piso. Allí funciona el departamento de farmacología, lleno de mujeres hermosas. Incluso hay una que me gusta y me parece que últimamente me mira mucho e insinúa cosas con sus ojos, creo.
Pero de noche es distinto. Si bien no hay chicas hermosas con olor a remedio, puedo experimentar en mi casa, por mi cuenta, y sin las ataduras que impone la relación de dependencia con IR&P y que provoca que todos me traten como si fuera el che pibe.
La noche de mi historia, llevaba ya dos horas de pruebas con el preparado que más se acercaba a los números que había esbozado en mi cuaderno. Para calmar mis nervios me preparé un tesito y luego reflexioné  largo y tendido: eran las tres de la mañana, ¿dónde conseguir un sujeto de pruebas? La última vez, cuando salí a buscar a algún loquito que aceptara un trabajo tan riesgoso a altas horas solo me había topado con una señora muy desvencijada que entendió todo mal y terminó acostándose conmigo a cambio de un poco de dinero y una cafetera vieja. Pero esta vez no tenía dinero para gastar en prostitutas y estaba comenzando una relación con una muchacha de farmacología que el otro día me había pedido prestados unos guantes porque los suyos estaban rotos y a pesar de reclamar por unos nuevos aún no se los habían repuesto y tenía que manipular ácidos, así que muchas ganas no me dieron de salir a la calle porque no quería traicionar mi incipiente relación. Lo único que quedaba era experimentar conmigo.
Terminé el tesito, hice algunas anotaciones en mi cuaderno, como la composición exacta que iba a ingerir, el vomitivo sugerido y la hora. Luego, tripas corazón y me bebí de un saque, como si fuese vodka, todo el contenido del tubo de ensayo.
Inmediatamente el tiempo pareció detenerse. Miré mis manos: si las movía parecían tortugas. Corrí al espejo: el trayecto se hizo tan lento que más me pareció que caminé. Miré el reflejo de mi rostro y aproveché para hacerme unas morisquetas: al sacar la lengua y moverla imaginando que besaba a mi novia de farmacología se me movió tan lenta y babosa como un caracol. Lo había logrado: había ralentizado mi cuerpo.
Sin dudas mi descubrimiento era el más grande de la historia de la humanidad; porque no solo estaba destinado a cambiar el campo medicinal -no más enfermedades nerviosas, no más tratamientos con cannabis y su humo perjudicial para la salud- sino que también traería aparejado una revolución en la filosofía, en el modo de ver la vida. Gracias a mi descubrimiento el hombre del mañana se tomaría todo con soda y ya no se empujaría para subir al tren ni moriría tratando de pasar un camión.
¡Y para mí la gloria! Entrevistas en medios prestigiosos, premios importantísimos, Russel Crowe interpretándome en un film y lo más importante: todos mis sueños con la chica de farmacología se harían realidad y ella me llamaría para pedirme que le muestre mi movimiento sexy y despacito.
No me acosté a dormir ni nada. Salí inmediatamente para el trabajo: ahora que era más lento tardaría muchísimo tiempo en hacer el trayecto.
Así, varias horas después, terminé de recorrer las diez cuadras que separan mi casa del laboratorio de IR&P. Entré golpeando la puertas, tomé el ascensor porque por las escaleras no llegaba más y me metí de prepo en el vestuario de las mujeres: mi chica estaba allí, poniéndose su equipo para manipular ácidos.
- No sé tu nombre, pero estoy enamorado de vos. Nunca antes te dije nada porque nada tenía, salvo mi trabajo de cadete y me sentía muy poca cosa para vos, que sos hermosa y tenés una mirada muy dulce y las manos muy suavecitas. Pero anoche hice un descubrimiento que va a cambiar mi vida, un remedio para ralentizar a las personas. La posibilidad cierta de ser famoso y millonario me envalentonó y por eso es que ahora me animo a decirte esto que te digo y preguntarte esto que te voy a preguntar: ¿Querés ser mi novia?
La cara de la chica se frunció en un gesto de incredulidad. Luchando con las palabras me respondió:
- ¿En serio estás enamorado de mí...? Pero yo pensé... Es que... Yo también te amo. Por eso pierdo o rompo mis guantes todas las semanas, para hablar con vos. Pero pensé que vos... Que no me querías... Y ahora me estoy por casar...
Dí media vuelta y me fui. Tanta bronca, tanta impotencia. Estuve lento con la mina y la oportunidad me había pasado de largo. Encima tardé como quince minutos en salir de los vestuarios y ella utilizó esos quince minutos para seguir dando excusas.

Ahora sigo investigando. Estoy buscando un remedio para avivar giles y ver si  de una vez por todas despegó de acá.

Sí, es una especie de reversión retorcida del clásico de la ciencia ficción El nuevo acelerador, escrita por el gran HG Wells (click en el título para leer).

Comentarios

  1. ¡Un genio HG WELLS y muy bueno tu relato! Me gustó la resolución con comedia. Es realmente un género a explotar y lo haces muy bien!
    Sigue así.

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  2. No me entusiasma la ciencia ficción, y aunque no leí completo el cuento de Wells, la adaptación que lograste parace ser una lectura a la inversa de lo que plantea el original.
    Me gusta como resolviste el tema del personaje, y la forma en que va cambiando la imágen que éste tiene de si mismo: de acelerado a lento, de lento a tonto.
    Besitos.

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  3. David, amo tus historias de amor, es una lastima que a veces no terminen muy bien.

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  4. Muy bueno, muy divertido. Me gustó mucho.

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  5. Excelente, realmente. Muy apropiado para tu estilo. Nada más me pareció demasiado larga la oración 'Pero esta vez no tenía dinero...' Pero el resto está impecable.

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