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Promesas

Yo salía con esta chica. Lo cual es un decir, porque más que salir nos encontrábamos para meternos en algún habitación y dejar que la tarde transcurra. Tenía que ser sí o sí a la tarde, o día de semana; mientras sus hijos estaban en la escuela.
En esas tardes fuimos tomando cada vez más confianza. Habíamos hecho un acuerdo entre los dos que excluía el amor y ponía fecha de caducidad: el momento en que alguno de los dos conociera a alguien. Y ese mismo acuerdo nos urgía a aprovechar cada hora, cada minuto, tratando de sacar el máximo provecho, todo el placer posible, de esos encuentros que podían terminar de un día para el otro, bastaba que uno de los dos cruce miradas con una persona extraña en el tren, o aparezca una vieja relación o lo que fuera.
Tanto placer buscamos y encontramos que llegó un momento en que no pude evitar decirlo, tras dar vueltas en la cama y caer totalmente rendidos y satisfechos ambos.
-Si esto se termina lo voy a extrañar mucho. -Esto era nuestra relación, nuestro sexo, nuestros juegos. Cada movimiento.
-Podemos seguir haciendo esto toda la vida. Nadie se tiene que enterar. -Y la promesa se ratificó con más escarceos.
Hace años que no nos vemos, pero en algún lugar, dentro de mis secretos la promesa sigue en pie y todas las tardes, mientras mi señora ronca, me imagino a mi amiga llevando a sus nietos a la escuela mientras piensa que las promesas no se rompen.

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