La casa está vacía, salvo las cajas desparramadas a lo largo y ancho. Suspiro y apago la luz.
Ahora estoy en el bar de Carlos y hay un cartel grande, con la foto de un gatito pegada, que dice "Si fuma me mata, no me mate"; así que apago el cigarrillo que acabo de encender y pido dos cafés. Tamara fue al baño y yo te sigo esperando. Ya son más de las dos de la mañana, miro al frente, al edificio; todas las luces apagadas. La gente duerme y los únicos desvelados en el barrio, son los pocos borrachos habituales que se juntan acá y yo, que te sigo esperando. Tamara se acerca a mi mesa; su vestido tiene tan poco ruedo que todos se dan vuelta para mirarle las piernas; yo disimulo. - ¿Cómo estoy? - Estás hermosa. - ¿No se ven mis ojeras? - Para nada. Bueno, un poquito. ¿No estás muy desabrigada? El escote de Tamara es amplio y sus tetas son tan grandes que no caben en él, y el saquito blanco y el pañuelo que lleva al cuello tapan tan poco como abrigan. - ¿Me estás mirando las tetas? -Se ríe. Luego me explica que perdió el abrigo antes de estar conmigo.
"Fumando bajo una farola"...
ResponderEliminarmmm... mmm... qué anda pasando cerdito?
ResponderEliminarMi necesidad de escribir se encontró con mis ganas de no hacer nada y salió un cuento corto.
ResponderEliminarEncima me quedé sin cigarros.
David, sabés que cualquier cosa me podés llamar, estoy a tu entera disposición. Cuando quieras vení por casa, instalate acá, hacé lo que quieras. Yo te preparo cosas ricas y te devuelvo a la normalidad.
ResponderEliminarEntonces, ahora, ya no se puede creer en nada. El resto del blog, muy bueno. Este cuento, demasiado triste para disfrutarlo. ¡Odio los dramas!
ResponderEliminarDavid, aunque no comente, siempre te sigo en el GR; quiero ver más poesía, hace mucho que no publicas nada de poesía, de tu poesía violenta y dulce -pero no dulce de ternura, dulce de fruta jugoza.
ResponderEliminarNo me gustó el micro-cuento, me parece que fallás cuando querés hacer cosas autobiográficas. Me quedo con tu fantasía.
Mora.