Ir al contenido principal

seis del doce

  La casa está vacía, salvo las cajas desparramadas a lo largo y ancho. Suspiro y apago la luz.

Comentarios

  1. mmm... mmm... qué anda pasando cerdito?

    ResponderEliminar
  2. Mi necesidad de escribir se encontró con mis ganas de no hacer nada y salió un cuento corto.

    Encima me quedé sin cigarros.

    ResponderEliminar
  3. David, sabés que cualquier cosa me podés llamar, estoy a tu entera disposición. Cuando quieras vení por casa, instalate acá, hacé lo que quieras. Yo te preparo cosas ricas y te devuelvo a la normalidad.

    ResponderEliminar
  4. Entonces, ahora, ya no se puede creer en nada. El resto del blog, muy bueno. Este cuento, demasiado triste para disfrutarlo. ¡Odio los dramas!

    ResponderEliminar
  5. David, aunque no comente, siempre te sigo en el GR; quiero ver más poesía, hace mucho que no publicas nada de poesía, de tu poesía violenta y dulce -pero no dulce de ternura, dulce de fruta jugoza.

    No me gustó el micro-cuento, me parece que fallás cuando querés hacer cosas autobiográficas. Me quedo con tu fantasía.

    Mora.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Dicen los que saben...

Entradas populares de este blog

Talita musitada

  Ahora estoy en el bar de Carlos y hay un cartel grande, con la foto de un gatito pegada, que dice "Si fuma me mata, no me mate"; así que apago el cigarrillo que acabo de encender y pido dos cafés. Tamara fue al baño y yo te sigo esperando. Ya son más de las dos de la mañana, miro al frente, al edificio; todas las luces apagadas. La gente duerme y los únicos desvelados en el barrio, son los pocos borrachos habituales que se juntan acá y yo, que te sigo esperando.   Tamara se acerca a mi mesa; su vestido tiene tan poco ruedo que todos se dan vuelta para mirarle las piernas; yo disimulo. - ¿Cómo estoy? - Estás hermosa. - ¿No se ven mis ojeras? - Para nada. Bueno, un poquito. ¿No estás muy desabrigada?   El escote de Tamara es amplio y sus tetas son tan grandes que no caben en él, y el saquito blanco y el pañuelo que lleva al cuello tapan tan poco como abrigan. - ¿Me estás mirando las tetas? -Se ríe. Luego me explica que perdió el abrigo antes de estar conmigo.

Canto de la dactilógrafa, de Nicolás Olivari

Y caíste. ¡Bien! ¡Hurra! ¡Aleluya! Es muy lógica esa satisfacción tuya: tu antigua vida es ya una lejanía... Adiós el mostrador, la miserable faena, el suplicio de la máquina, el sufrimiento mudo, ¡qué bella persona es tu burgués panzudo...! ¡Ah! el pálido poeta ilustra «Noticias de Policía» se ha pegado un tiro... pero eso no vale la pena...

Una caja llena de sorpresas

Noche de paz, aprovechá para leer un poco, cuando los invitados se fueron y tenés que bajar todas esas sidras. Aquí te dejamos estos regalos: 2:43 Navidad en Cruzavia - El escritor Limbo-Siamaj Verkistoj nos cuenta anécdotas de su país mientras le pide perdón una vez más al amor de su vida. Dos Betos y un destino - Cuento de María Ward y David Rojas en el que las guardias de los hospitales se convierten en un lugar de encuentro. Pagano - Otro cuento de Ward y Rojas en que nos revelan el secreto más aterrador que esconden las fiestas. Navidad de 1987 - Este cuento es uno de los hijos de los que estoy más orgulloso, se los recomiendo con cariño.  El narrador - Con un montón de homenajes, un cuento sobre sobremesas familiares y la importancia de los otros en la formación de los niños (?)